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LAS 3 CLAVES PARA APRENDER A ESCUCHAR A TU CUERPO.

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Nuestro cuerpo es un sensor mucho más sutil de lo que imaginamos, y depende de la persona, en algunos es mucho más sensible que en otros.

Cada organismo está continuamente intercambiando información con el entorno gracias a los sentidos, que no sólo son los cinco conocidos (olfato, gusto, tacto, oido y vista), sino que además, existen otros como el sentido de la orientación, la postura, las sensaciones internas o la temperatura interna y externa entre otros.

El organismo es a veces una válvula de emociones y presiones internas que no tienen por donde escapar, y es gracias al síntoma que se libera y se expresa aquello que de otra manera podría hacernos explotar en cualquier momento. Sin duda, es la completa expresión del ser que lo habita, así que la enfermedad será siempre una valiosa manera de reconocer lo que ocurre verdaderamente en tu interior. 

Cada órgano o tejido tiene un significado y una función en el sistema, y por tanto, el cómo y el dónde se exprese una enfermedad tiene una explicación directa desde el ámbito conflictual que esta sufriendo el sistema. Existen tres  claves para traducir lo que tu ser expresa por medio de tu cuerpo, y con ellas vamos a poder comprender la mayoría de las enfermedades conocidas:

1° clave:  

La localización del órgano o tejido afectado: Aquí debemos introducir algunos conceptos que nos ayudarán a comprender la importancia del “lugar” en el que se produce el síntoma.

Para empezar, distinguiremos lo que ocurre “arriba” y lo que ocurre “abajo” (primer criterio), así como lo que ocurre “delante” y lo que ocurre “detrás” (Segundo criterio), y además distinguiremos aquello que se expresa en nuestra “derecha” y lo que se expresa en nuestra “izquierda” (Tercer criterio).

Existe además un cuarto criterio, relacionado con el área que gobierna cada uno de los siete chakras o centros energéticos que están en profunda relación con nuestra evolución.

Comenzando por el primer criterio, Arriba es todo lo que sucede en nuestra cabeza, en nuestro lugar más alto, donde se encuentra nuestro ámbito mental y espiritual, mientras que abajo es aquello más próximo a los deseos y miedos profundos, así como nuestra conexión al territorio, a la tierra.

Los problemas con el padre serán manifestados principalmente en nuestra parte de arriba, mientras que los problemas con la madre lo harán en nuestra parte de abajo.  Arriba afectarán también las preocupaciones, los enredos mentales y los conflictos de mando, mientras que abajo suceden los bloqueos en el camino de la vida o la manera en la que estamos “plantados” ante la vida.

Respecto al segundo criterio, lo que está delante según la Medicina Tradicional China, corresponde a nuestro área yin, aquella que hay que proteger por su importancia y vitalidad, mientras que la parte trasera – espalda – corresponde a nuestra área yang, aquella que protege al yin (observen como nos doblamos ante cualquier amenaza), pero además, se encuentra nuestra columna, aquella que nos da la estabilidad y la firmeza, por lo que aquello que se produzca en nuestra parte trasera, generalmente va a estar relacionado con conflictos de “soporte” y “protección”.

Por otro lado, lo que ocurre delante tiene más que ver con todas las funciones básicas para que la vida se produzca en toda su expresión, pues es adelante donde se encuentran nuestros órganos fundamentales para la vida.

El tercer criterio, que hace referencia a la lateralidad, tiene que ver con la dualidad de la energía, el yin y el yang, lo racional y lo intuitivo, lo masculino y lo femenino, la creatividad o el orden y la disciplina, todas ellas expresiones opuestas del mismo ser, que requiere de todas estas cualidades según el momento y el objetivo que persiga.

La dualidad procede de nuestro cerebro, ya dividido en dos hemisferios con funciones diferentes y gobernadores cada uno del lado opuesto de nuestro organismo.

El Hemisferio derecho, que gobierna nuestro lado izquierdo es el encargado de nuestra intuición y creatividad, nuestra orientación y desplazamiento espacial, nuestra imaginación, afectividad y la expresión de nuestras emociones, mientras que el Hemisferio izquierdo, gobernador de nuestro lado derecho es el del pensamiento lógico y racional, el cálculo y la lógica,  la disciplina, la planificación y las secuencias,  y el análisis de las cosas.

Generalmente, los síntomas del lado izquierdo son de índole femenino, energía representada en el hemisferio derecho, y fácilmente comprobarán la existencia de cualquier conflicto relacionado con el sexo femenino, madre, hermanas, amigas, etc.

Por otro lado, aquello que suceda en nuestro lado derecho, representado en nuestro hemisferio izquierdo por la energía masculina, podrán ser conflictos en relación a elementos de naturaleza masculina, padre, hermanos, amigos, etc.

El cuarto criterio de esta primera clave es el área que ocupa el síntoma en relación a los chakras, o centros energéticos.

Comenzando por nuestro centro energético más próximo a tierra, lo que sucede en el área de nuestro primer chakra, es relativo a nuestra seguridad física.

En el segundo, situado en el abdomen bajo, se expresa lo relacionado con la pareja y la creatividad, mientras que en el tercero que abarca el área de nuestro plexo solar, se va a manifestar todo aquello relacionado con las relaciones y la expresión libre de los que sentimos.

El pecho corresponde al área del cuarto chakra y en él se manifestarán fundamentalmente los problemas relacionados con la afectividad, el amor y el ritmo de la vida.

Seguimos subiendo, y nos encontramos con la garganta y el cuello, correspondiente al quinto chakra, cuya función principal tiene que ver con la comunicación, lo cual incluirá al oido.

Llegamos al entrecejo donde se encuentra nuestro sexto chakra, en el cuál se manifestarán los conflictos de proyección en nuestra vida, para terminar con el séptimo chakra, nuestro chakra corona, sobre nuestra cabeza, relacionado siempre con nuestra espiritualidad y nuestros pensamientos.

2° clave:

La función del órgano o tejido afectado: Todo en nuestro cuerpo tiene una función física, pero también metafisica, pues existe una correlación directa entre la misión de un órgano y el conflicto que puede expresar mediante la disrupción de de dicha función.

Comprendiendo la misión que tiene cualquier parte de nuestro cuerpo, comprenderemos que es aquello que se expresa por medio de él. Bastará preguntarnos para qué nos sirve el órgano o tejido afectado y verán que enseguida comenzarán a llegar las respuestas. Pongamos un ejemplo con nuestras extremidades.

Primero que nada, nuestras extremidades pertenecen al sistema músculo esquelético, compuesto fundamentalmente por huesos y musculatura. Los huesos son nuestro sostén, lo que nos permite estar erguidos y firmes ante la vida, mientras que la musculatura da el dinamismo y la fuerza para mover lo que sostiene el esqueleto.

Existe una verdadera desvalorización cuando nuestros huesos se descalcifican o son frágiles con tendencia a romperse, mientras que los problemas de musculatura nos habla siempre de conflictos con la fuerza.

Hablando de extremidades, con las piernas hacemos el camino que es la vida, siendo el dedo gordo el que marca la dirección que tomamos en todo momento.

La gota que suele iniciar su dolor justo en este dedo hablará siempre de conflictos personales en la dirección que estoy tomando en la vida, o en la que no estoy tomando y debería tomar.  Observen bien el movimiento de sus piernas cuando caminan e investiguen los movimientos de cada parte de sus piernas, cómo se realiza la pisada, el impulso, como nos plantamos y nos paramos, y cuando tengan una lesión en cualquier parte de sus extremidades, observen cuál es el movimiento que se está limitando.

Esta es la mejor manera de saber cuál es la función que permite la zona afectada, pues cuando estamos lesionados es cuando más percibimos lo que nos falta. Respecto a las extremidades superiores, con los brazos “abrazamos”, con nuestras manos “hacemos”, pero también tomamos y dejamos, con nuestros hombros cargamos y con nuestros codos, cambiamos la dirección de lo que hacemos.

Todos los dolores y contracturas en hombros y nuca nos hablarán siempre de las cargas que nos ponemos en la vida y que debemos aprender a soltar y liberarnos, tanto sean físicas como emocionales – podemos cargar penas o culpas, pero también podremos cargarnos los problemas ajenos, o hacer de los nuestros una carga muy pesada- .

Jesús era un muchacho joven, de apenas 30 años que estaba confinado a una silla de ruedas, por una enfermedad en la espalda que comenzó cuando tenía tan solo dos años. Su espalda se había debilitado y deformado a lo largo de los años hasta imposibilitarle poder estar en pie. 

La columna, como parte de nuestro sistema esquelético,  y por lo tanto de nuestro sostén, es la que nos permite mantener nuestra cabeza “bien alta” y nuestro pecho recto, por lo que primero que nada su problema nos está hablando de dignidad ante la vida. 

Cuándo escuchamos la historia de este inteligente joven, pude percibir que efectivamente el se sentía profundamente indigno de recibir la vida, pues justo a la edad de dos años, fue abandonado en un hospicio, después de que sus padres se separaran y decidieran no hacerse cargo de él – y si de sus hermanos, y es este un detalle muy importante- por los motivos que fueran.

Su familia emigró y poco o nada supo de ellos, por lo que se generó en él un verdadero sentimiento de no merecimiento en la vida que acabó quebrando el soporte de su vida, su columna.

La curación de Jesús pasaba por transmutar un sentimiento de victimismo por el de gratitud y fuerza ante la vida, pues sin duda esa definitiva circunstancia le otorgó a él muchas oportunidades para reinventarse (entre ellas, la fuerza para estudiar derecho y se ser un gran abogado). No tuve más contactos con Jesús que ese primero, y aunque soy consciente de la gran dificultad que existe en la recuperación de una enfermedad tan crónica, se sorprenderían de las mejorías que un cuerpo en las últimas es capaz de hacer.

3° clave:

El tipo de lesión que afecta al órgano o tejido afectado: El cómo se expresa un conflicto en un órgano o área de nuestro cuerpo es también un detalle fundamental para comprender como tu ser está procesando un determinado conflicto y que emoción se encuentra asociada.

Aquí es donde el diagnóstico en la Medicina Convencional nos puede dar muy buenas pistas de lo que en realidad está ocurriendo, pues nos podrá aclarar la lesión que genera el síntoma, y por tanto la naturaleza de la emoción que se está expresando.

Cuando tenemos un dolor en una parte de nuestro cuerpo, al principio solo sabemos que es un dolor, lo cuál ya es una excelente información de lo que se está expresando. Incluso el tipo de dolor nos puede definir la naturaleza de lo que acontece, pues podremos sufrir dolores “ardientes”, lo cual implica rabia, o dolores “compresivos”, puesto que sentimos que aquello que nos duele nos comprime, o en forma de agujas, y siempre será la expresión de la percepción del conflicto que nuestro subconsciente nos trata de comunicar.

Sin embargo, el origen físico del dolor, al cual llegaremos mayormente por medio quizás de una ecografía, una tomografía, una simple radiografía o cualquiera que sea la prueba diagnóstica, nos permitirá además conocer el tipo de lesión que origina el dolor, lo cuál es también una excelente información, aunque no siempre fundamental.

Cada emoción supone una forma diferente de expresión en nuestra casa, en nuestro cuerpo. Así, por ejemplo, la pena se expresará en profunda vinculación con el sistema circulatorio (vasos sanguíneos, sangre), pues es la sangre la expresión de la alegría y motivación en la vida. Habrán penas por tano en las várices, o en los trombos o en las anemias.

Esto no es más que la punta del Iceberg…..¿Te imaginas cuántas cosas faltan por saber de ti?. Te retamos a que profundices en tu interior mediante el Curso de biointerpretación práctico ESCUCHA TU CUERPO.

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